Hoy me desperté y sentí una desesperante cosquilla al final de una de las fosas nasales. Era un moco que se aferraba como un chicle a la suela de un zapato. Traté de sacarlo con los diez dedos de mis manos y no pude hacerlo.
Primero probé uno a uno con los Pulgares, pero no pude llegar hasta él porque son muy gordos y no entran en la nariz. Enseguida pasé al siguiente dedo, el Índice; es el más fuerte de todos, con el presiono timbres y señalo las cosas. El moco resistente no se movía. No lo pude sacar, esta muy adentro y no me deja en paz.
¡Ya se! – grite emocionado, pensando que el dedo medio es el más largo de todos y con él si podría llegar hasta el final. Mi mamá me vio haciendo esto y me dijo que ese dedo no debo usar, porque alguien se puede molestar. Entonces decidí continuar con el siguiente, el Anular. Este dedo es un poco flojo y no se deja manejar bien. Cuando intento llegar hasta el moco, se dobla.
Con pocas opciones pensé que si usaba el meñique que es un dedo pequeñito no alcanzaría llegar al final pero sentí gran alivio cuando recordé que ese chiquitín me ayudaba mucho cuando tenía comezón en mis oídos.
Por más que le di y logre rozar al huésped indeseable no tuve éxito.
Milagrosamente una microscópica partícula de polvo se metieró en mi nariz provocando unas ganas incontrolables de estornudar. Puse mis manos frente a mi cara y ¡Ahh! ¡Ahhhh! ¡Ahhhhhh! ¡Ahhhhhhhhhh! ¡Ssssssssssssshhhhhhhiiiiii! Salió disparado desde su escondite el vendito moco que me estaba amargando la mañana.
Ahí estaba él; estrellado en mi mano izquierda. Con la ayuda del dedo Índice de mi mano derecha lo coloqué en mi lengua y se fue derechito a mi estómago. Cuando llegó me dio un dolor de barriga que casi me hizo llorar hasta que pasó a mi intestino, en donde se convirtió en algo de lo cual no les quisiera contar.
Fin
Felix Eduardo León Sosa
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